Hay una distancia que nos separa de los demás; de cada una de las personas que conforman el resto del mundo.
Esta distancia no la puede recorrer una sola persona. La deben recorrer dos, tu y la otra; tu y cada una de las otras. No es una distancia física. No se mide en metros o en kilómetros.
Cada vez que entras en relación con alguien, ya sea al conocer a tus nuevos compañeros de trabajo, pagar el billete al conductor del autobús, saludar a la mujer que acabas de conocer, debes, consciente o inconscientemente, decidir cuánto de tu media distancia, porque la otra media es del otro, estas dispuesto a recorrer.
Normalmente no lo explicamos así. Decimos que esta persona me cae mejor o peor, con esta iría al cine pero no de fiesta, con aquella no quiero tener trato.
Imagino que cada uno tendra su forma de gestionar este «mecanismo». Yo he desarrollado un sistema híbrido que se alimenta por un lado de la información disponible, lo que se de esa persona, sus aficiones, opiniones, comportamiento, y por otro lado de la sensación que me transmite.
La primera parte, la información, es mayormente objetiva y racionalizable, aunque no está exenta de parte subjetiva. No me va a caer bien alguien que disfrute pateando cachorros de perro bajo ninguna circunstancia, pero podría llegar a entender hasta cierto punto a alguien que odie a las palomas (no es un gran ejemplo, lo se). Odiar en si no está bien objetivamente pero en ciertos contextos puede ser comprensible.
La segunda parte, la sensación transmitida, es subjetiva y dificil de explicar la mayoria de las veces. Normalmente es algo incontrolable y automático, aunque haya gente que ha elevado a la categoría de arte el aparentar ser lo que no son.
Lo que los demás nos transmiten es lo que más influye en nuestra decisión de recorrer nuestra media distancia. Lo que nosotros transmitimos anima a los demás a recorrer la suya. Y entonces se forman de verdad las relaciones propiamente dichas, las amistades.
Si pienso en la gente que forma mi círculo de amigos, la gente a la que me he acercado y a su vez se han acercado a mi, me cuesta reconocer un patrón. Es gente tan dispar que parece increible que haya encontrado algo quiera compartir con cada uno de ellos y, a la inversa, que todos ellos, tan distintos entre si, hayan encontrado algo en mi que les ha atraido.
Pero ahí están. Son mis amigos. Gente con la que me relaciono en el trabajo, voy al cine, salgo de fiesta, tomo cafés, me comunico por internet, quedo para cenar, ayudo a montar armarios…
A todos ellos les estoy muy agradecido por ser parte de mi vida y permitirme ser parte de la suya. Y a los que no me lo han permitido les comprendo y estoy agradecido también, porque su decisión de no aproximarse a mi da más valor a la decisión de los que sí lo han hecho.
Gracias por estar ahí.